Valladolid huele a pueblo. Comenzamos este hermoso paseo entre las bellas ruinas del adobe y la piedra de la comarca de Tierra de Campos en el municipio de Villardefrades.
Por su Calle Real traspasamos coloridas "traseras"
y encaladas viviendas que nos asientan
en el pequeño puente por donde baja, sobretodo en días lluviosos, la pequeña corriente del Arroyo de los Lavaderos.
Desde la carretera percibimos
la parte trasera
del genuino y verdadero tesoro, aun sin concluir,
de la Iglesia neoclásica de San Miguel, o de San Andrés.
Villardefrades traduce sin dificultad su nombre medieval de Villa de los Frailes, para recorrer este espectacular templo por su fachada sur
donde aparece una elegante fuente rematada por una alcachofa
y dos columnas laterales con hermosos elementos decorativos.
Los vecinos la conocen con el nombre popular de "la Obra", en la que podemos disfrutar de una amalgama de arcos de medio punto
que se apoyan en pilares cuadrados de muy buena factura.
Seguimos recorriendo su perímetro
para observar su poderosa y enérgica portada oeste, presentando un arco de medio punto flanqueado por dos columnas dóricas de fuste estriado y una pequeña espadaña colocada en fechas recientes.
Su grandiosa puerta
accede a la nave central
donde podemos ver la preciosa perspectiva de arcos y columnas
y pilastras cajeadas.
Por último su fachada norte
nos abre paso
a un encantador y colorido mundo
de arquerías y curvaturas de notable belleza.
Alrededor se despliegan viviendas típicas
que se mezclan con el adobe
y las tejas,
encontrando grandes casonas solariegas de dos plantas y adornadas en ladrillo.
Nos dirigimos hacia el otro edificio importante del municipio
sita en una ermita del siglo XVIII y dedicada a San Cucufá de modestas proporciones.
Su única nave cubierta de cañón con lunetos se remata hacia un estilo barroco con pequeña espadaña y campana,
con una gran cruz de madera de los Misioneros del Corazón de María,
terminando su vuelta por su sencilla fachada norte.
Sus calles nos ofrecen piedra y madera
con numerosos y bellos llamadores en sus puertas que se van desplegando
por los incontables rincones
bien denominados por las placas que sostienen varias fachadas.
Terminamos el paseo entre las verjas de los antigüos "silos" donde se almacenaban los cereales recogidos de la cosecha
buscando la carretera VA-705 hacia Villavellid, en la que luce el característico depósito de agua,
un viejo y reparado palomar solitario
entre los colores de la malva
y el precioso océano de cereal que envuelve este magnífico municipio vallisoletano.
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