Seguimos nuestro paseo provincial por el oeste vallisoletano, combinando paisajes
y destacando los preciosos tonos de esta hermosa tierra castellana
cuando nos vamos acercando al municipio, situado a 65 kms de la capital, de Villavellid.
Entre el mar de cereales y rodeado de los Montes Torozos, aparece el hermoso perfil de la Iglesia de San Miguel
presentada por las bellas ruinas de adobe de antigüos pajares y cobertizos.
Antes de ir hasta allí, conoceremos la Iglesia Parroquial de Santa María, parroquia con privilegio de inmunidad sagrada del año 1773
con sencilla y bella portada
construida en sillería, tapial y ladrillo,
sobresaliendo su altiva espadaña y doble campanario.
Poco a poco nos vamos colando por el interior de sus calles
apreciando curiosas portadas realizadas con viejos trillos
y sus peculiares corrales delanteros en muchas de sus viviendas.
En la parte mas meridional del pueblo
encontramos uno de los elementos mas distintivos de Villavellid, su castillo del siglo XV.
Las ruinas del espléndido y vistoso castillo
de gruesos muros, conforma una gran fortaleza
localizada en la línea fronteriza de los Reinos de León y Castilla.
Es un castillo palacio de planta cuadrada de sillería que oculta un armazón de mampuesto
con una pequeña y hermosa entrada
que posee tres cubos cilíndricos en tres de sus ángulos y una corpulenta y fornida Torre del Homenaje.
Los colores de la primavera
nos avanzan hasta su entramado de casas de adobe,
encaladas y en varios colores
y perfectamente denominadas.
En su interior afrontamos el Real Pósito de Villavellid,
construido a expensas de sus caudales, reinando en España el Señor Don Carlos IV,
siendo juez el Sr. Juan González Cano en el año 1790.
De la piedra, volvemos al adobe
que sostiene y encierra a infinidad de tejas y palomas.
Ya en la Plaza Mayor, visitamos la vieja portada de una antigüa ermita
y el moderno edificio del Ayuntamiento,
situado frente a la fuente del pueblo.
Enormes traseras de madera, entre piedras y tejadillos,
nos alejan hasta las afueras del municipio
para saludar a los preciosos y magníficos vestigios de la Iglesia de San Miguel.
Sin techumbre y con espléndida torre, nos vamos acercando entre la legión de cardos que nos engullen hasta alcanzar
su atractiva portada plateresca, con dos pilastras cajeadas que sostienen un arco de medio punto con dos columnas abalaustradas que soportan un entablamento y en el que las albanegas muestran dos medallones con rostros humanos.
Vamos recorriendo su perímetro
en el que las buenas fotos están aseguradas
con detalles de alta hermosura,
llegando hasta su sencilla parte trasera.
Antigüos y viejos aperos de labranza aumentan la calidad del espacio
elevando las bellas ruinas a niveles de grandiosidad y esplendor.
Abandonamos con pena el desastre y la desolación de esta hermosa iglesia
para volver a introducirnos entre la piedra y la madera,
surgiendo toques modernos
entre la amalgama de tejas y de nuevo la piedra.
Enfilamos un pequeño repecho por carretera entre hermosos tonos
que nos instalarán y acomodarán sobre el bello balcón de los Torozos para disfrutar y despedir el estupendo y lozano municipio de Villavellid.
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