Peñíscola, conocida como la Ciudad del Mar es un municipio situado en la provincia de Castellón de la Plana.
Un prodigioso entorno medieval de potentes murallas
nos introduce, a través de sus puertas,
hacia el interior del recinto, encontrando una preciosa fuente
frente al Ayuntamiento.
Recorriendo sus hermosas calles
admiramos sus playas
y el puerto.
Gruesas murallas
nos conducen hasta la Iglesia Parroquial, junto al antigüo palacio del Ayuntamiento, levantada en 1234 sobre los restos de una vieja mezquita árabe.
Paseamos entre grandes escudos
por donde pasaron multitud de nobles
descubriendo rincones de insólita belleza.
Alcanzamos el Bufador, una erosión natural de la roca en el que las aguas del Mediterráneo entran y salen, provocando desgarradores bufidos en los días de temporal.
Caminamos por el lado marinero de Peñíscola con espectaculares vistas
entre garitas de vigilancia
y cañones en la zona del Museo del Mar, que conserva y difunde el patrimonio cultural y marinero de Peñíscola.
Nos asomamos por una arquitectura de ensueño
por sus bulliciosas y mercaderas calles
llegando hasta el edificio del Faro
En lo mas alto de la península que forma Peñíscola, encontramos el Castillo del Papa Luna.
Construido por los Templarios, se conforma en un edificio de gran sobriedad y solidez
utilizado por el Papa Benedicto XIII
y en las que el rey Felipe II, le daría una imagen de artillada fortaleza.
Junto al castillo se adosa la Iglesia de Nuestra Señora de la Ermitana
con una inmejorable fábrica de sillería con preciosos adornos, escudos y molduras.
Desde su portada penetramos
en el magnífico santuario
para admirar a la patrona de Peñíscola.
Ya fuera, en la Plaza de Armas, distinguimos bellos detalles,
escalinatas de piedra
que forman un magistral conjunto.
Nos volvemos a internar por sus estrechas calles
descubriendo viejos rincones
alrededor de la iglesia.
Encontramos rústicas jardineras,
balcones elegantes
y fachadas decoradas con multitud de plantas que emanan frescos colores.
Pormenorizadas identificaciones de las diferentes calles
nos sumergen en pequeños bares y restaurantes,
atravesando un sinfín de viviendas ataviadas y engalanadas
con bellos ornamentos
bajo el que descansan las personas del lugar.
Cada calle es denominada con mucho arte
cruzando arcos
entre la infinidad de muros y piedras.
Un maravilloso balcón que se asoma entre las murallas
y entre eternos versos,
de estos muros ancestrales
que con el sol de poniente
brilla con firmeza
sobre el sosegado mediterráneo
de un delicado atardecer de verano.
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