Al llegar al municipio vallisoletano de Nueva Villa de las Torres, podemos observar un horizonte lleno de contrastes en esta época veraniega.
Amarillos y verdes de girasoles se mezclan con los dorados de sus campos de cereales
entre los que se cuelan antigüas edificaciones
que resisten el paso del tiempo a duras penas.
Entre estos tonos
aparece Nueva Villa de las Torres, que formó parte del antigüo alfoz de Medina del Campo.
Entre tejas
nos pasamos a conocer la Ermita del Cristo, de ladrillo junto al cementerio y reconocible por su cúpula de color rojo.
Por sus calles vamos desfilando
hasta darnos con su viejo déposito, queriendo alcanzar la misma altura que la torre de su iglesia.
En su cuidada Plaza Mayor
vemos a la gente en sus "que haceres" diarios
mientras paseamos por las bocacalles que acceden a dicha plaza,
y donde nos asaltan pequeños detalles en alguna portada.
Merodeamos y analizamos mas callejuelas
apareciendo viejas traseras, ya en las afueras.
Regresamos a su edificio principal, la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo, de ladrillo sobresaliendo su torre
y a su alrededor grandes casonas
y pequeñas fachadas decoradas con infinidad de macetas.
Salimos por la luminosa Calle Porrilla
hacia sus afueras, donde nos topamos con derruidas construcciones de adobe
dejando atrás el perfil del municipio,
antes de sumergirnos
en el frescor de sus vides.
Finalizamos el gratificante paseo por los coloridos campos de esta noble tierra castellana.
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