Para llegar hasta la localidad vallisoletana de Brahojos de Medina, cruzaremos por amplias fincas de cereal escoltadas por otras de regadío, en su mayoría maiz,
y por las que se desarrollan una multitud de plantas
autóctonas que crecen por estas tierras. Se comenta por estos lares que sus campos estaban llenos de abrojos y posiblemente de ahí venga su nombre.
Entre sus maizales distinguimos su fisonomía
que se acrecenta
en el momento que tomamos sus calles, llegando a las inmediaciones del parque infantil.
La PLaza Mayor nos saluda
frente a su Ayuntamiento
para internarnos por su entramado callejero
salpicado de adobe, ladrillo, teja y madera,
en el que algunas viviendas destacan por sus ventanales con magnífica forja.
El infinito adobe da paso al ladrillo
donde se exhibe el poderoso semblante de la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena.
Un edificio de tres naves con un maravilloso ábside mudéjar,
toda ella de ladrillo y construida en el siglo XVI.
Como en la mayoría de las iglesias de esta zona, no falta el recuerdo de algunos, que no todos, caídos por la patria.
Una estampa
dominada por ladrillo
en la que destaca su altanera torre en el punto culminante del municipio.
Abandonamos su bello emplazamiento
envueltos entre el adobe
para situarnos en el frescor del Parque Municipal
con bonitas vistas del pueblo.
En sus afueras, encontramos vestigios que resisten el paso del tiempo, formando parte del mobiliario urbano de estos pueblos.
Brahojos de Medina contiene la reseña de la tranquilidad de estos territorrios por los que podemos admirar aun, el lento caminar de los últimos rebaños de ovejas,
descubriendo la belleza
que esconde esta comarca de Tierras de Medina.
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