En una de las entradas al Parque Nacional de Doñana y junto a una hermosa marisma
descubrimos el delicioso rincón de la Aldea del Rocío,
un lugar de belleza innata en el municipio onubense de Almonte.
Hablar de El Rocío es hablar
de un maravilloso pueblo blanco
donde puedes darte un relajante paseo en coche de caballos
por sus calles.
El medio de transporte usado es a pie y sobre todo a caballo, ya que todas las calles del Rocío son de tierra y arena.
Todas las casas son de una o dos plantas
y algunas con pequeños toldos de lona,
tejas
y sotechados de pajas y hojas.
Los edificios de cada una de las Hermandades
van desfilando
por sus calles,
todos ellos en perfecto estado de pintura
y mantenimiento.
Plazas donde el azul del cielo resplandece
y calles que parecen sacadas de una película americana del oeste.
En este caluroso día buscamos la sombra de sus soportales
mientras los rayos del sol inundan de blancura las fachadas de sus casas.
Amplios espacios que combinan
con la belleza de las portadas
y donde el arte reluce.
Las palmeras engalanan la representación de la Virgen del Rocío.
Pequeños árboles
que nos cobijan de un sol abrasador
en la plaza dedicada a la Virgen.
Continuamos el gratificante paseo
visitando infinidad de edificios
de las diferentes Hermandades,
para regresar
al punto de partida
donde los carros esperan al próximo pasajero o pasajeros
para visitar los aledaños de la Ermita del Rocío
entre los hermosos colores
que muestra la marisma.
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