En las cercanías de un frondoso pinar,
entre tierras de labor
de la fértil vega del Duero, y a 4 kms del municipio vallisoletano de Villanueva de Duero,
aparecen las ruinas del Monasterio de Nuestra Señora de Aniago.
Los restos de lo que antaño fue Cartuja, hoy está convertido en un caserío de labranza
donde destaca su alargada espadaña.
Un lugar romántico entre piedras y arcos
pero al mismo tiempo, lleno de desolación y abandono.
En esta primavera, el azul
y el verde rellenan su ajada estampa en este bello lugar de Castilla.
La nave eclesial sin techo
se mezcla entre el ladrillo y la piedra con arcos apuntados y
grandiosos ventanales,
por donde se eleva su estilizada espadaña queriendo alcanzar el cielo en un alarde de resistencia.
Un sentimiento de silencio y añoranza
rodea este lugar que descansa entre la enorme colonia de cigüeñas
a lomos de sus vetustos muros
como fieles centinelas que protegen el lugar.
Las ruinas del Monasterio de Aniago se levantan en un bello rincón rodeado de tierras cerealistas,
entre mares de pinos
que se alternan con hermosas choperas
donde el Adaja entrega sus aguas al Duero, en un maravilloso lugar donde aun parecen retumbar los cánticos gregorianos de un pasado muy lejano.
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