Un paseo tranquilo por sus calles para empaparnos de tradición y encanto de lo antiguo.
El río Oroncillo cruza la población constituyendo un paso natural entre la meseta castellana y el Pais Vasco,
dejándonos toques de gran belleza.
En la calle principal, un largo soportal
nos conecta con calles estrechísimas hacia el río.
Piedra y balcones nos lanzan por un horizonte donde surgen las moles rocosas de los Montes Obarenes.
Mas piedra que se mezcla con adobe y madera
intentando alcanzar desde las alturas un resquicio para llegar
hasta las aguas de este Oroncillo fresco, vibrante y alegre.
La Plaza Mayor, coronada por los altos riscos,
nos muestra la fachada del Ayuntamiento
con un hermoso escudo y reloj.
Abandonamos la plaza por los arcos del Ayuntamiento
y de nuevo aparece el río
con una abundante fuente y un lavadero.
Nos asomamos al mirador
para descubrir
los bonitos arcos y el puente que forma la parte trasera de la Casa Consistorial.
Por debajo de la vía del tren accedemos a la Iglesia de San Nicolás
una construcción del año 1714
con hermosas vistas.
Otra estupenda estampa del pueblo es esta fuente de varios caños
con cuatro muflones rematados en sus esquinas, y desde donde
la Iglesia de Santiago
surge entre los escarpados riscos y el agua fresca de la fuente.
Una mirada atrás
a este pueblo partido por las catenarias,
pero con una belleza increible
en estos días primaverales.
Vamos a cruzar de nuevo el río
en su lento caminar hacia el Desfiladero de Pancorbo,
topándonos con estas pequeñas estatuas
en las inmediaciones de la Iglesia de Santiago del año 1523.
Situada en el extremo norte del pueblo
a la entrada del desfiladero
y a los pies del Cerro del Castillo.
Desde la Iglesia de Santiago se conecta visualmente la Iglesia de San Nicolás
y los restos del Castillo
sobre un crestón rocoso.
Una preciosa villa con infinitos rincones en una estrecha garganta con calles empinadas, donde aun se puede reconocer un característico trazado urbano de origen medieval.
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